sábado, 17 de diciembre de 2011

Prólogo

                            El Alba


Cada paso era dolor en estado puro. La herida era reciente y había perdido mucha sangre pero no podía parar. Tenía que perseguir y acabar con la vida de aquel malnacido traidor. Si no lo hacía, el grupo podría correr peligro.
-Necesitas parar
-No- dijo Flint casi sin abrir los ojos –Puedo aguantar.
Lo cierto era que no podría aguantar mucho más. Si no paraba caería desplomado en cuestión de minutos, pero el odio y la ira podían con él y le hacía dar uno a uno los pasos.
-¡Está ahí!- dijo el hombre que corría junto a Flint. Desenfundó un arma del bolsillo trasero del pantalón y, en cuestión de segundos, quitó el seguro. Disparó, sin parar de correr, sin dar en el blanco. El objetivo corría veloz entre los árboles y, en algunas ocasiones, se camuflaba entre ellos para engañar a los perseguidores. Lo conseguía a menudo, como en esta ocasión.
-No logro distinguirle- dijo el hombre de la pistola –Así es imposible dar en el blanco.
-¡Esto no es un maldito concurso de tiro!- gritó Flint –Tenemos que matarle, J.T
Flint estaba cansado y dolorido. No habría dicho esas palabras en una situación normal. Él no era así, pero el dolor, que no le dejaba casi ni respirar, hablaba en su lugar.
Justo cuando pensaba que iba a caer al suelo inerte, una figura se abalanzó sobre su compañero, que cayó al suelo al instante. Los últimos rayos de la luna reflejaban el rostro del ser. Era clavo y su ropa estaba totalmente destrozada. Los pantalones, aparentemente gastados, tenían marcas de sangre salpicada, seguramente, de su propia cara. Tenía una herida inmensa en la parte inferior de la cara. Barbilla y labio inferior estaba en carne viva, dejando relucir unos dientes amarillentos y punzantes. Su piel era oscura, pero no un oscuro natural. No, ésta era del color de la ceniza. Putrefacto. Y, el olor, aquel olor tan desagradable provocaba arcadas a distancia. Olía a muerto.
En sus oscuros ojos quedaban reflejados, a la par, sed y hambre. Flint conocía esos ojos. Se había acostumbrado de alguna manera a verlos a menudo, pero nunca te acostumbrabas del todo. Un escalofrío recorrió todo su cuerpo.
Actuó deprisa. Sacó una navaja que tenía escondida en el bolsillo y la hundió en el pecho del ser con odio. La víctima del ataque gruñó de dolor y, en un acto veloz, intentó morder el brazo desprotegido de Flint. Una bala atravesó la cabeza del ser que, en cuestión de segundos, cayó al suelo sin vida.
Flint se arrastró por el suelo intentando levantarse. J.T, su acompañante, le tendió la mano.
-Gracias- dijo
-Gracias a ti- dijo Flint con la ayuda de su mano.

                                                  ☣

Comenzaba a amanecer. El color azulado del cielo comenzaba a volverse violeta y, en el horizonte, color azul claro. Se podía apreciar a la perfección en el sitio donde estaban. Habían llegado a una especie de mirador que se encontraba a media subida de la montaña Timekey. Tenía unas vistas preciosas de la ciudad de Seattle. El mirador comenzaba a llenarse sobre al amanecer, así que, en circunstancias normales, la zona no estaría tan tranquila. Sin embargo, ésta no era una situación normal.
-Se ha escapado- dijo Flint recuperando el aliento –Ahora es totalmente imposible seguirle el paso.
-Este capullo nos ha entretenido lo suficiente para que se escapara.
Reinó el silencio durante varios segundos.
-Y ahora, ¿qué hacemos?- dijo J.T
-Supongo que esperar.
Ambos miraron al horizonte, cada uno sumido en sus propios pensamientos. ¿Qué harían ahora? Todo había cambiado aquella noche. Todo había cambiado en aquellos meses. La vida tal y como la conocían era distinta. Toda la tierra que conocían era dominada por aquellas criaturas como la que les había atacado en la persecución. La pandemia se había extendido a velocidades impensables. Ya no se hablaba de miles de muertos, se hablaba de millones. Era como estar en una especie de pesadilla interminable. Todo parecía sacado de una película de ciencia ficción. >>Un ataque zombi.<< pensó. Hace unos meses eso era impensable. Si algún iluminado hubiera previsto lo que pasaría, habría sido tratado de chiflado. Sin embargo, había ocurrido, no sabían exactamente cómo, pero había ocurrido, eso estaba claro.
Un extraño ruido le devolvió a la realidad. Era un ruido que hacía mucho tiempo que no escuchaba. Miró al cielo, cada vez más claro, intentando buscar el núcleo de aquel sonido. Cuando lo encontró no dio crédito a lo que veían sus ojos.
-Son aviones- dijo con la voz entrecortada.
Los dos comenzaron a gritar y a mover las manos intentando llamar la atención del piloto, pero era inútil. Sobrevolaban a una altura considerable y, desde arriba, tan solo eran pequeñas manchas entre la vegetación.
Detrás del primer avión, aparecieron cinco más. Eran aviones de un color verde oscuro y con una gran bandera de los EEUU dibujada en la parte trasera. Volaban con velocidad aparentemente en dirección Seattle.
-Son militares- dijo J.T
-¡Ellos han sobrevivido!- exclamó Flint ignorando por una vez el dolor de su herida –¡No estamos solos! ¡Sigue existiendo gente!
El acompañante ya no saltaba. Su cara, iluminada por los primeros rayos del sol, se tornaba de un color pálido y blanquecino.
-¿Qué ocurre, J.T?- preguntó Flint preocupado.
El joven no contestó. Simplemente continuó observando la escena. Flint hizo exactamente lo mismo.
Los aviones sobrevolaban ya las afueras de la ciudad. En ese momento y con una magnífica coordinación, se situaron en fila india, separados por varios metros cada uno. El primer avión que divisaron en el cielo tomó la iniciativa y se preparó para atacar. Flint lo comprendió todo de golpe y se le heló la sangre.
-Son bombarderos- entendió entonces.
-No pueden hacer esto- dijo J.T sin apartar la mirada de los aviones.
Fue todo muy rápido. La primera aeronave dejó caer una potente y pesada bomba sobre la ciudad de Seattle. Explosionó casi al instante de ser lanzada. Todos los aviones le imitaron bombardeando así la ciudad al completo. El estruendo sonó por todos los pueblos de alrededor y un gigante incendio cubría los rascacielos que habían sobrevivido al ataque. Toda la ciudad quedó reducida a escombros ardientes.
-¡NOO!- gritó Flint al borde del desmallo -¡Están todos ahí! ¡Qué han hecho! ¡Les han matado, J.T! ¡Han acabado con todos!
El joven no reaccionaba. Estaba desorientado, no podía entender nada de lo que estaba ocurriendo. No asimilaba la idea del todo. No podía comprenderlo. Se limitaba a observar los edificios prendiéndose lentamente y cómo los verdosos aviones se marchaban de aquella horrible escena, dejando seis estelas que manchaban el alba de aquel precioso amanecer.